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Narco-deforestación: su impacto en el Cambio Climático de Centroamérica
Los bosques han desaparecido en los territorios utilizados para los monocultivos, la minería, ganadería y el traspaso de sustancias ilegales en Centroamérica. Es el fenómeno de la narco-deforestación en el que redes criminales hacen uso de la tierra para el lavado dinero proveniente de actividades ilícitas. Su impacto es múltiple e incluye, también, efectos devastadores en el cambio del clima.
Redacción CAP
Hace 20 años, cuando se empezaron a escuchar los nombres de los grandes capos del narcotráfico en México, y se iniciaron en Estados Unidos las investigaciones sobre las rutas que se utilizaban para mover cocaína desde Colombia hacia Miami, el impacto colateral lo recibió Centroamérica.
La guerra contra el narcotráfico obligó a que las estrategias de los líderes de los cárteles mutaran. Y al utilizar de manera más intensa los territorios de países como Guatemala, Honduras y El Salvador, para el transporte de estupefacientes, necesitaron nuevas formas de transportar la droga. Nuevas rutas. El narcotráfico se instaló en las regiones transfronterizas y con él también llegó una nueva economía, con lavado de dinero y megaproyectos, que empezaron una transformación significativa en el uso de la tierra.
“Las presiones contra el narco en México incidieron profundamente en los bosques de Centroamérica”, así lo sintetizó el economista Andrew Davis, expositor de la novena sesión de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP) sobre emergencias sanitarias y cambio climático. En consecuencia: “Al analizar los datos de los últimos 20 años, la deforestación es correlativa con la expansión del contrabando y el narcotráfico en Centroamérica”, explicó el también director del Programa de Bosques y Gobernanza Territorial de la Fundación PRISMA.
Davis indicó que los investigadores y economistas ambientales, en años más recientes, han identificado esta dinámica del crimen organizado como “Narco-deforestación”.
A lo largo de las costas de Honduras, las imágenes satelitales de las últimas dos décadas muestran un retroceso importante de la biodiversidad. Hay hidroeléctricas y megaproyectos instalados en esos territorios. Y si se yuxtapone un mapa validado por la DEA (La Agencia para la Administración de Control de Drogas de los EEUU), en esta región aparecen las rutas más frecuentes utilizadas por el narcotráfico.
Lo mismo sucede, como indicó Davis, en los territorios fronterizos de Guatemala. Si hay incendios, pérdida de vegetación, monocultivos de palma africana, también hay narco, negocios ilícitos y lavado de dinero.
“El principal impulsor de la deforestación de Petén en Guatemala, es la ganadería extensiva. Ahí se identifican claramente a actores ilícitos. Sin embargo, el Estado se ha empeñado en culpar de la deforestación a las comunidades q’eqchi’s, cuando los verdaderos responsables son los grupos ilícitos”, dijo el economista.
La narco-deforestación se produjo a raíz de las necesidades del crimen organizado. Cuando llegan a un lugar lo transforman por completo y lo adaptan, incluso con violencia, con el fin de cumplir con el propósito de traficar sustancias hacia Estados Unidos. Lavado de dinero, compra de fincas para trasiego de droga, asesinatos, negocios ilícitos, monocultivos, todo forma parte de una lógica criminal que incide en los ecosistemas y en los cambios en el uso de los suelos.
Davis dijo: “Es muy fácil para el narcotráfico utilizar plantaciones de mega cultivos como la palma africana o la ganadería extensiva con el propósito de lavar dinero y controlar territorios”.
La voluntad criminal de las élites y los políticos
Sin embargo, para que la narco-deforestación alcance los niveles predatorios que tiene en la actualidad, los grupos de crimen organizado, señaló Davis, no actúan en solitario. Necesitan de las estructuras de poder locales para asegurar las actividades ilícitas. “No son un grupo aislado de la sociedad”, indicó. “La relación con las élites es un tema sustantivo de entender cuando hablamos de redes ilícitas. En cualquier red ilícita vemos diferentes actores como especialistas de violencia, empresas y bancos, políticos como alcaldes, diputados y funcionarios de los tres poderes del Estado”.
Sin esa base social y cultural, lo ilícito no funciona, enfatizó.
Los espacios de deforestación en el mapa de Centroamérica también revelan otro patrón de la criminalidad: nodos regionales que deben ser entendidos como gigantescas estructuras dedicadas al narcotráfico y diversidad de actividades ilícitas. La tala inmoderada, la construcción de hidroeléctricas, canteras, plantaciones de palma africana, monocultivos de maderas preciosas, mineras, la gran mayoría están asociadas a negocios de lavado de grandes capitales.
“Una de las dinámicas más importantes de los últimos 20 años es una especie de descentralización de los nodos que operan como parte de estas redes. A diferencia de los carteles que tenían una estructura de pirámide, la guerra contra las drogas ha empujado a buscar modelos donde el riesgo es más descentralizado y eso ha cambiado la estructura criminal en la región”, indicó Davis.
El efecto cucaracha
A lo largo de los cinco países de Centroamérica, estos nodos regionales son capaces de movilizar enormes cargamentos de sustancias ilícitas en poco tiempo. Si un día necesitan un aserradero, lo activan, mueven los cargamentos a ese lugar. Si otro día sospechan que hay investigaciones en alguna plantación de palma africana, la desactivan, y activan otro servicio para poder continuar con el tráfico de estupefacientes. De esta manera, los riesgos se han descentralizado, explicó el especialista.
“Es un efecto cucaracha”, recalcó. “Un efecto geográfico de dispersión donde las redes ilícitas tienen otras opciones para traficar las drogas. Encienden y apagan nodos, según se requiere”.
El efecto que ha tenido este proceso de descentralización de nodos, como indicó Davis, ha construido un sistema resiliente, que maneja bien el riesgo. “Los millones invertidos en la guerra contra las drogas no han tenido impacto en el volumen de los cargamentos que entran a EEUU, pero sí un fuerte impacto en la violencia en los territorios”, señaló el economista a las y los periodistas CAP.
Aunado a ello, la guerra contra las drogas que promueve Estados Unidos ha logrado aumentar el precio de la droga. Entre oferta y demanda, la militarización de Centroamérica ya no es propia únicamente de los ejércitos estatales o la policía, sino de los mismos traficantes.
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El narco vs. los activistas sociales y el clima
De ahí que exista otra circunstancia correlativa a la narco-deforestación. La circunstancia que corresponde a la criminalización de las y los defensores de los territorios. Su lucha por defender la tierra, los ecosistemas, ya no es en contra de transnacionales, respaldadas por capitales tradicionales o emergentes, sino contra estructuras criminales de enorme poder.
La búsqueda de las redes ilícitas se centra en el aseguramiento de los territorios que utilizan para traficar. Davis resaltó que existen vínculos transnacionales entre países que explican mucho de la repetición de los métodos para asegurar el control del espacio físico, el control social y múltiples formas de lavar dinero.
En alianza con las élites y los políticos, para los grupos criminales resulta sencillo eliminar a cualquier líder social, o criminalizar a las comunidades y los pueblos indígenas, indicó.
“Es un desafío fundamental apoyar a las comunidades tradicionalmente marginadas y fortalecer la organización social. Esa es la manera adecuada para la sustentabilidad y seguridad de la región”, explicó Davis.
Añadió que, en esencia, los bosques de Centroamérica han sido históricamente habitados y cuidados por los pueblos originarios. Resulta importante, en términos de gobernabilidad, reconocer el papel de estos actores y su relación con los bosques por parte de los Estados. Sin embargo, como mencionó el investigador, debido a las desigualdades estructurales y al racismo, la falta de voluntad política complica los escenarios.
Mientras tanto, las economías ilícitas inciden profundamente en el cambios del paisaje, también en el tejido social, y deben ser tomadas en cuenta como factores que explican el empobrecimiento y el constante reclamo de derechos por parte de las comunidades.
“Identificar estos patrones en la deforestación es relativamente fácil porque los cambios son dramáticos”, dijo Davis. “Hay otras dinámicas que no son fáciles de rastrear, pero la narco-deforestación y sus consecuencias son evidentes”, afirmó.
Este tipo de impunidad, estos fenómenos de criminalidad y los pactos de corrupción entre las economías ilícitas, las élites, los gobiernos y los poderes locales, han sido parte sustantiva del efecto del Cambio Climático a lo largo de las últimas dos décadas en Centroamérica.
La presencia del crimen organizado y la narco-deforestación son también, en parte, responsables de los riesgos y vulnerabilidades que se ha creado en la región, cada vez más vulnerable ante las amenazas naturales, señaló Andrew Davis para finalizar su exposición.
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El periodismo frente a la emergencia climática
Cuando se hace periodismo sobre la crisis climática, las y los periodistas deben ser responsables en la manera de informar. Una gran parte de nuestro trabajo es vincular y explicar los eventos que suceden en el contexto de la emergencia del clima, explicó Nina Lakhani, periodista del diario The Guardian, quien durante varios años fue corresponsal de ese medio en Centroamérica y México.