Imagen: Shutterstock

Democracia en tiempos de desinformación

La desinformación contamina a los sistemas políticos y siembra la desconfianza en las instituciones democráticas.

Redacción CAP

La divulgación de información falsa o engañosa no es un fenómeno reciente, pero las nuevas tecnologías -como las redes sociales y las plataformas digitales- han facilitado esta práctica. Los efectos de estas acciones para las democracias van desde instalar la desconfianza en el sistema político hasta interferir en los procesos electorales.

“La desinformación nos embarra la cancha (política) y hace que sea más difícil la discusión democrática”, dice Olivia Sohr, socióloga y periodista de Chequeado, organización argentina de verificación del discurso público que promueve la lucha contra la desinformación. 

Sohr participó en la quinta sesión de capacitación de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP) sobre Democracia en Centroamérica. En su presentación con participantes de El Salvador, Honduras y Guatemala, Sohr definió a la desinformación como “contenidos falsos o engañosos que circulan, sobre todo, por redes sociales. Dicen cosas que no sucedieron, sacan de contexto hechos o los tergiversan para cambiarles el sentido”.

Cuando la desinformación obedece a intereses políticos, su difusión también puede generar modelos de negocios que utilizan recursos públicos o privados para orientar la discusión pública, promover la polarización, reforzar a una figura política o atacar a opositores o críticos de gobiernos o instituciones, explicó.

Collage con algunas de las portadas de Diario El Salvador analizadas para el reportaje “Las 400 portadas que Diario El Salvador regaló al bukelismo“. Foto: CiclosCAP

Ecosistema de la desinformación

La desinformación, sin embargo, no se produce en el vacío, se da siempre en un contexto y gracias a un ecosistema que la facilita. Sohr explicó que este fenómeno tiene elementos como los contenidos falsos (textos, fotografías alteradas, videos editados o tomados de otros lugares y fechas); actores que de manera voluntaria o involuntaria contribuyen a compartir los contenidos  (a través de “influencers” en redes sociales, por ejemplo) y/o campañas orquestadas de manera intencional.

“Hay gente que genera contenidos falsos, esos contenidos se expanden porque hay gente que los cree, porque hay gente que los comparte. ¿Por qué llegan lejos?, es lo que nos preocupa a nosotros y en esto tenemos que pensar un poco, en qué ecosistema circula la desinformación y eso incluye, en muchos casos, el exceso de información”, comentó Sohr.

La experta señaló que los contextos donde hay exceso de información -como sucedió durante los primeros meses de la pandemia de Covid 19- favorecen la divulgación de información falsa. 

En algunos de estos casos se difundió desinformación con fines comerciales. Por ejemplo, para favorecer la venta de tratamientos “alternativos” sin pruebas científicas se hizo circular información falsa. Otras motivaciones fueron capitalizar el interés y miedo de las audiencias para obtener visualizaciones en redes sociales y cobrar a las plataformas. Mientras que en otros casos, como en la difusión de teorías conspirativas, hubo motivaciones de carácter político o convicciones personales.

No solo en redes sociales

La difusión de desinformación, sin embargo, no es exclusiva de las redes sociales. Publicaciones inexactas en medios de comunicación, afirmaciones falsas en programas de radio o televisión o comentarios en eventos públicos también son espacios en donde se puede dar.

En muchas ocasiones, se aprovecha la desconfianza en las autoridades o la escasa información oficial sobre algún asunto público para promover contenidos con desinformación, sostuvo Sohr. También se utilizan los prejuicios generalizados y las emociones fuertes como vehículos para lograr una mayor difusión. El alcance de estas comunicaciones además es potenciado por los “amplificadores”.

“Los amplificadores de la desinformación muchas veces son personas que tienen legitimidad por fuera de las redes sociales. Algunas son, por ejemplo, influenciadores que han crecido en redes sociales y lo que hacen es tomar una desinformación que estaba circulando en un grupito muy chico, en un grupo de teorías conspirativas, y la expanden a millones de seguidores”, indicó. 

Sin embargo, en otras ocasiones también pueden ser personas desde posiciones de poder tradicionales como líderes políticos, religiosos, dirigentes sociales o celebridades de todo tipo.

Captura de la presentación “Democracia en tiempos de desinformación” de Olivia Sohr en Ciclos CAP. Imagen: Chequeado.

Actores de la desinformación y recomendaciones

Para analizar este fenómeno también es importante considerar las motivaciones para difundir los contenidos falsos. En ocasiones el objetivo es obtener beneficios económicos; por convicciones o inclinaciones políticas, aunque también puede darse por ignorancia o desconocimiento, dijo Sohr a las y los periodistas del CAP.

La especialista recomienda que, además de la verificación del discurso o el “chequeado” de la información, también es importante investigar quiénes se encuentran detrás de la difusión de una desinformación y cuáles son sus intereses. 

“La desinformación puede generar dinero. Justamente lo que busca es generar emociones muy fuertes, esas emociones fuertes hacen que queramos compartir el contenido muy rápido, porque estoy enojado (…) y pienso menos en el contenido y lo comparto rápido y al compartirlo rápido, puedo generar más clics y esos clics se pueden transformar en dinero”,  explicó Sohr.

Otra ruta para generar ingresos con la desinformación es la creación de una comunidad muy fiel de seguidores, “si me siguen mucho y me creen todo lo que yo les digo, luego les puedo pedir donaciones, por ejemplo, o venderles productos”, dijo la socióloga.

Ilustración: Dale Crosby-Close

Para combatir la desinformación desde diferentes espacios, Sohr recomienda en primer lugar evaluar el riesgo que representa que una información falsa circule, siendo el mayor peligro que afecte la salud, la vida o promueva algún acto ilegal. Luego hay que medir el alcance de su difusión y si vale la pena realizar  o no una verificación; hay que ser transparentes con la información recopilada y ser empáticos para evitar amplificar el daño de una información, manifestó.

Otra acción importante que se puede hacer desde los medios de comunicación es llenar los vacíos informativos con información de calidad, explicar el funcionamiento de las instituciones para que las audiencias no sean sorprendidas e investigar sobre el origen de los desinformantes y sus estrategias, finalizó la periodista.

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