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La pandemia como un hecho social total

El mundo que encontró la pandemia era uno construido desde las desigualdades sociales. Una condición histórica, permeada por el mercado y los flujos de capital, además de las acumulaciones de riqueza, donde los más pobres han estado fuera de las agendas de las élites, los políticos y los gobiernos. Pero esta realidad, a la COVID-19, no le importó demasiado.

Redacción CAP

Como dijo el periodista y analista político uruguayo, Gabriel Mazzarovich, en la quinta sesión del Ciclo de Actualización para Periodistas (CAP), el nuevo coronavirus impactó todas las esferas sociales. Algo que, como parte de los momentos históricos que cambian la configuración del Planeta cada cierto tiempo, es muy poco frecuente. Los contagios alcanzaron a los poderosos, a los políticos y a la sociedad en general. Se afectó la economía, la gobernabilidad, la religión, la política… “Es un hecho social total”, explicó Mazzarovich, citando a Ignacio Ramonet y su artículo La Pandemia y el Sistema Mundo.

Mazzarovich también lanzó varias interrogantes: “¿Qué mundo surgirá durante y después de la pandemia? ¿Qué desafíos dejará?” Porque los impactos del virus, explicó, no se reducen solamente a ese reloj global que publica la Universidad Hopkins que se actualiza cada hora, y contabiliza los fallecidos, los contagios y los recuperados a nivel mundial. Tampoco, dijo, se reduce a las cadenas de información de los mandatarios de cada país explicando la evolución de la pandemia en cada territorio. No.

“Si hablamos de desigualdades, de la pobreza y el impacto social, si hablamos de prioridades presupuestarias, de aumentos de remesas, de los problemas generados en los sistemas de educación y salud, entonces hablamos de la pandemia”, sostuvo Mazzarovich. Porque las crisis sociales importantes, a pesar de las prisas, también deben ser reflexionadas. Dónde estamos, qué decimos, qué hacemos acá…

Si se evalúa la forma en que la humanidad ha enfrentado a la COVID-19, una de las primeras conclusiones que podemos obtener, según el periodista, es que ni el andamiaje político, ni la institucionalidad global, ni los grupos de articulación de países, aún aquellos en los que participan los más poderosos, estuvo a la altura de este desafío.

Se convocó a un diálogo por parte de la Secretaría General de la ONU para buscar una salida coordinada entre los países, pero nadie acudió al llamado. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) advirtió que más de 25 millones de personas quedarían desempleadas y el Banco Mundial estimó que podría haber más de 100 millones de nuevos pobres a nivel global como resultado de la pandemia, y aún así no se logró una respuesta articulada. 

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) en conjunto con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) lanzaron un informe sobre lo que esta crisis puede provocar en términos de pobreza extrema y hambre, pero esto también dio muy pocos resultados.

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Mazzarovich entonces resaltó el papel que han jugado ante la pandemia varios actores globales que suelen tomar las decisiones que influyen en el futuro de todo el Planeta y la humanidad, como el Consejo de Seguridad de la ONU, el G20, el G8, el Foro Económico Mundial de Davos. Y se preguntó: “¿De qué han servido todas estas entidades ante la COVID-19? Ante este desafío global no sirvieron de nada”. Y añadió que estos espacios han sido erosionados por los intereses económicos de los países que los conforman. “Esto es un reflejo de cómo están organizadas nuestras sociedades. Porque la pandemia no cayó en un mundo abstracto”, dijo. “Cayó en una realidad concreta que es desigual”.

Los avisos sobre la pandemia

El periodista contó que cuando la pandemia empezó a propagarse por el mundo, los discursos se enfocaron en dos visiones contrapuestas: Una en la que nada cambiaría y volveríamos a la realidad pre-pandemia o incluso a un mundo un poco peor. Y otra, más redentora, donde la humanidad se iba a unir ante la crisis y entonces todo sería diferente. “Meses después ya no se habla de ninguna de estas tendencias”, expresó. 

Pero también advirtió que es falso que nadie haya previsto que una crisis de este tipo ocurriría. “Esta pandemia no es un terremoto que vino de repente. Estuvimos avisados durante décadas de múltiples maneras. En noviembre de 2008, por ejemplo, el Consejo Nacional de Inteligencia de EEUU hizo un informe del que participaron 2500 expertos de 35 países de los 5 continentes en el que advertía que algo así podría pasar. En enero de 2017, el Pentágono hizo otro informe que decía: la amenaza más probable y significativa para los ciudadanos estadounidenses es una nueva enfermedad respiratoria”, indicó. 

Y si Bill Gates hablaba a inicios de 2020 sobre una pandemia que “afectaría” a todo el planeta, era porque también había leído estos informes. En uno de ellos se decía: “Antes de 2025 el peligro más grande que tiene la humanidad es una pandemia de características respiratorias”. 

Aún así, los líderes políticos que tuvieron acceso a esta información no tomaron ningún recaudo y el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, incluso cerró el Comité de Protección de la Salud Global y Biodefensa, que presidía Timothy Ziemer, un experto epidemiólogo. 

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Las desigualdades sin resolver

Muchas películas de ciencia ficción fueron superadas por la realidad que hoy vivimos, comentó Mazzarovich. En el mundo, en un momento, hubo al mismo tiempo 4 mil millones de personas encerradas, algo difícil de imaginar. 

Se habló de que la tecnología era una de las soluciones más relevantes para luchar contra los contagios, claro está, a cambio de revelar todos nuestros datos, dijo Mazzarovich. Pero lo cierto, indicó, es que de golpe nos dimos cuenta que las soluciones más eficientes estaban al alcance de todos desde hace cinco siglos: lavarse las manos, evitar el contacto con los demás, cubrirse la boca.

Sin embargo, “¿Cómo se le pide a una persona sin acceso al agua potable que cumpla las medidas de higiene? ¿Cómo se le pide a una persona que consulte a un médico cuando hay comunidades enteras donde no hay siquiera un puesto de salud? Eso es la desigualdad”, señaló el periodista.

Mientras líderes como Trump o Bolsonaro decían que el virus era sobre todo un ataque ideológico, y China culpaba de la pandemia a Estado Unidos, el coronavirus se propagaba por todos los países sin importar ninguna de las tendencias políticas de cada territorio. Es más, los estudios científicos más recientes indican que la COVID-19 no salió de un laboratorio. No es artificial.  “Tiene que ver con la depredación ecológica y sus impactos. Es el sistema que está depredando la naturaleza, el que está poniendo en peligro al Planeta y a nosotros los humanos”, dijo el comunicador.

Mazzarovich también citó al economista Thomas Piketti, quien en su libro Capital e Ideología, indica que el aumento de las desigualdades económicas observado desde la década de 1980 es uno de los cambios más inquietantes para la humanidad en toda la historia. “Y en tal sentido, la COVID-19 nos encontró con desigualdades económicas donde 100 y 200 personas tienen más dinero que 4 mil millones de personas juntas”, afirmó.

Piketti escribe: “Es muy difícil imaginar soluciones a otros desafíos como el cambio climático y las migraciones si antes no somos capaces de resolver las desigualdades”. Algo que Mazzarovich sintetizó como la “indiferencia del poder”.

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“El mundo era desigual antes de la pandemia, no lo hizo desigual la COVID-19. Lo que ocurrió es que el virus puso una luz sobre los problemas que ya teníamos y los exacerbó”, dijo el periodista. Y añadió que la pandemia ha provocado reflexiones sociales, con énfasis en las contradicciones. Como aquellos breves días, a los que calificó de “mágicos” donde nos ofendió que un jugador de fútbol gane 1200 veces más que el mejor científico que está investigando la vacuna que podría salvarnos. O donde nos dimos cuenta que los misiles, los tanques, los portaaviones e incluso las bombas atómicas no sirven de nada contra un virus.

Mazzarovich entonces planteó la  necesidad de repensar el concepto de “seguridad nacional” y enfocarlo en lo que realmente  importa. Como ejemplo se refirió al establecimiento de la renta básica universal para que nadie muera de hambre y cuente con un ingreso mínimo vital. “Quizá tras la pandemia se verá que nuestras defensas internacionales nunca han tenido una perspectiva humanitaria”… cuestionó.

El peligro de propagar el miedo

Refiriéndose al papel central que juegan los medios de comunicación durante una crisis global como la actual, Mazzarovich se preguntó  cómo deberíamos contar la pandemia. Qué deberíamos decir acerca de ella. Cómo la deberíamos dar a conocer.

Desde luego hay intentos honestos con desafíos directos al poder, señaló. Pero ante una pandemia, transmitir información implica detenerse a reflexionar. Cuestionar la premura y ayudar a la gente a pensar con una mirada larga, donde no hay pasados sin puntos de referencia.

Porque como indicó Mazzarovich, el peligro más importante durante una crisis es la incertidumbre que aflora con el miedo. Y el miedo es una salida utilizada por el poder con fines autoritarios y de control social, expresó.

“El periodismo hay que ejercerlo con dignidad. Hay que complejizar las cosas. Hay que ayudar a pensar. Hay que abrir espacio para reflejar la solidaridad y no solo el egoísmo”, indicó.

Informar sobre la pandemia no es solo trasladar los datos sino sus efectos sociales. Es implícitamente defender la libertad y la igualdad. “Porque en esta pandemia estamos viendo de todo. Hay corrupción. Hay medidas autoritarias desde el poder. Hay acaparamiento y acumulación de riqueza en el medio de un crecimiento descomunal de la pobreza” sostuvo. 

“Y el periodismo puede ser la libertad que todavía promueva las igualdades y la democracia”, dijo Mazzarovich a sus colegas centroamericanos que participaron en esta sesión del CAP.

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