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Justicia climática

La temperatura del Planeta se eleva cada vez más provocando efectos devastadores. Los impactos de la crisis climática los reciben de manera directa comunidades y poblaciones en situación de pobreza y vulnerabilidad que están muy lejos de ser los principales responsables de esta emergencia. Por eso hablar de justicia climática implica hacerlo desde una perspectiva de Derechos Humanos.

Redacción CAP

El clima no es el mismo. No es el de hace 25, 50 o 100 años. Y se nota. Ha sido una transformación sutil que cada vez se hace más evidente y más grave, porque seguimos sin cambiar las prácticas que lo provocan.

De esta crisis climática empezó a hablarse en los años sesenta. Fueron las y los científicos de esa década quienes empezaron a alertar sobre los cambios en la temperatura del Planeta. Hicieron comparaciones con registros anteriores y los datos indicaron que algo grave había sucedido. La Tierra se había calentado un grado centígrado a lo largo de varias décadas y eso era suficiente para alterar el clima global.

Desde entonces, las lluvias se han vuelto más intensas, los inviernos son cada vez más severos, hay sequías e incendios que lo consumen todo durante los veranos extremadamente cálidos y las tormentas y huracanes son cada vez más frecuentes. Hasta el aire que respiramos se ha calentado.

“El clima está en crisis”, señaló Astrid Puentes, abogada y co-directora de la Asociación Interamericana para la Defensa del Ambiente (AIDA) al iniciar la séptima sesión de trabajo del Ciclo de Actualización para Periodistas (CAP) sobre emergencias sanitarias y cambio climático. 

“El clima puede cambiar, claro, puede ser un cambio positivo o negativo. Pero de lo que estamos hablando es de una crisis. Una crisis del clima que se puede medir desde los impactos que está teniendo sobre la vida de las personas”, añadió Puentes.

Este cambio en la temperatura del Planeta necesita explicaciones. Por eso la comunidad científica empezó a investigar y estableció que había emisiones de gases que impedían la salida del calor desde la Tierra. La luz solar entraba en el Planeta y era absorbida, pero el calor que generaba no se disipaba y terminaba rebotando en los gases que se acumulaban en la atmósfera. Y es este efecto igual al de un “invernadero” el que ha tenido como consecuencia el calentamiento global de modo paulatino hasta convertirse en la crisis climática actual, explicó.

La temperatura del planeta ha subido al mismo tiempo en que se han incrementado las emisiones. Y las emisiones de gases de efecto invernadero son derivadas de las actividades humanas. “Todos somos responsables, pero hay algunos más responsables que otros”, afirmó Puentes. El aire es ácido, los glaciares se han derretido, el nivel del mar está en niveles nunca antes vistos y los desastres han aumentado. 

“El cambio climático es la mayor amenaza a los derechos humanos desde la Segunda Guerra Mundial”, aseveró.

Los grandes emisores

Pero, ¿De dónde vinieron estos gases?, ¿Qué actividades humanas pueden producir tanto deterioro en tan poco tiempo? Puentes señaló que respecto al cambio del clima existe una responsabilidad derivada de la industrialización, por ejemplo, de la extracción de combustibles fósiles. “Se sabe ahora que en los años cincuenta varias petroleras ocultaron la información sobre los efectos de su industria en el clima, para evitar pérdidas monetarias”.

Shell, Chevron, Texaco, toda la industria de los combustibles ha tenido una mayor responsabilidad en la forma en que el clima ha variado. El carbono, el óxido de nitrógeno, son gases de efecto invernadero. También hay emisiones producto de la deforestación, la agricultura industrial y los cambios en el uso del suelo. Todo esto en conjunto produce emisiones que no permiten la salida del calor del Planeta.

“Lo grave es la dependencia que tiene el ser humano respecto a estas industrias. Si se sigue con este patrón, lamentablemente no habrá marcha atrás”, dijo Puentes.

Las economías cada vez dependen más de las extracciones de los recursos naturales. Hay proyectos de monocultivos, que son incluso políticas de Estado. Hay empresas públicas invirtiendo en industrias nocivas. Hay bancos que respaldan financieramente a los megaproyectos extractivistas. Y hay personas que toman decisiones económicas y políticas que niegan el cambio climático.

Ante esta situación de crisis, la comunidad científica y los grupos ecologistas han logrado, con mucho esfuerzo, mantener en la agenda pública el tema del clima. Pero ha sido difícil. 

En el Acuerdo de París, firmado por 195 países, se estableció que el máximo de aumento de temperatura permitido para  nuestro planeta era de 2 grados centígrados por encima de la actual medida. No obstante, para muchos científicos, como explicó Astrid Puentes, el nivel máximo debería fijarse en 1.5 grados centígrados. 

“Todo esto está lleno de negociaciones políticas. Pero si se deja todo en manos de las empresas y los gobiernos susceptibles a las presiones de las multinacionales, el aumento de temperatura podría llegar a los 2.4 grados. Un indicio de que no se podrá dar marcha atrás”, dijo.

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Desde 1992 el deshielo de Groenlandia es uno de los mayores indicadores del cambio climático. Cada vez su derretimiento es más acelerado. También se están rastreando las pérdidas de bosques para dar paso a proyectos urbanos. Y por más que los discursos oficiales defienden que las hidroeléctricas generan energía limpia, lo cierto según indica Puentes, es que este tipo de producción eléctrica emite grandes cantidades de gases de efecto invernadero.

Los países de Latinoamérica que más aportan a las emisiones dañinas son México y Brasil, señaló Puentes. Y las empresas que más contaminan siguen siendo las relacionadas a la industria de extracción de combustibles fósiles. 

“Las responsabilidades son diferentes. Una persona o una comunidad no se puede comparar con el grado de emisión de una empresa gigantesca”, dijo Puentes.

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Justicia Climática

La crisis climática afecta a todas las personas. Pero las desigualdades existentes hacen que sus impactos sean distintos para pueblos, comunidades y personas, explicó Astrid Puentes a las y los periodistas del CAP.

Hay comunidades pesqueras que han perdido todo después del paso de un huracán. Hay pueblos que se enfrentan a megaproyectos extractivos en defensa de la naturaleza. Hay personas que migran debido a la sequía y al hambre. Hay ecologistas y personas defensoras de derechos humanos que son criminalizadas o incluso asesinadas por defender sus territorios y los recursos naturales, añadió.

América Latina y el Caribe es la región con mayor desigualdad en el mundo. También tiene elevados índices de pobreza y pobreza extrema y es por eso que los impactos del cambio climático son enormes para estos países. Además, en la región, señaló Puentes, cada vez resulta más peligroso defender los derechos humanos y la naturaleza.

“La justicia climática es proteger los derechos de la gente que sufre las consecuencias del cambio climático”, explicó la especialista de la organización AIDA.

Desde lo jurídico, se han emprendido acciones para influir en la toma de decisiones gubernamentales. Ante el cambio climático se están revisando las acciones negativas que han dado paso a la crisis actual. Se busca detener a la industria de los combustibles fósiles. Y se cuestiona la dependencia energética en general, comentó.

“La Justicia Climática tiene que ver con la rendición de cuentas de los principales responsables del calentamiento global. Es un gran pendiente que se debe asumir. Todavía se atreven a negar el cambio climático y la crisis, pero cada vez les es más difícil ante las evidencias”, indicó.

La justicia climática tiene que ver con la equidad, con la perspectiva de género, con la vivienda, con la defensa del territorio, los derechos laborales, el respeto por las tradiciones de los pueblos originarios, con la transparencia, y la responsabilidad empresarial, todo eso en conjunto y desde una perspectiva de Derechos Humanos, dijo la especialista.

“El actual modelo de desarrollo es insostenible”, explicó Puentes. Si seguimos con esos patrones de consumo y depredación terminaremos destruyendo el Planeta, señaló. Pero también enfatizó en que cada vez hay más conciencia a nivel global sobre la necesidad de salvar a la Tierra y se están redoblando los esfuerzos desde muchas esferas en muchos países.

“Sí hay esperanza. Sí hay posibilidades. Pero tenemos que comprometernos, esta es una lucha de todas y todos”, finalizó.

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