Covid-19: el virus que tiene en vilo al mundo
Los ecosistemas del planeta se han transformado en las dos últimas décadas. El cambio climático ha provocado que cada vez existan menos bosques, que los animales ya no encuentren espacio en sus hábitats y deban convivir muy cerca de los humanos. En consecuencia, los virus, quizás algunos aislados y desconocidos durante miles de años, han logrado saltar de una especie a otra hasta alcanzar a las personas. Esto precisamente fue lo que sucedió con el nuevo coronavirus, SARS CoV2, que provocó en cuestión de meses una pandemia global.
Redacción CAP
Con esta explicación inició la primera sesión del Ciclo de Actualización para Periodistas (CAP) sobre emergencias sanitarias y cambio climático, en la que la infectóloga guatemalteca, Iris Cazali, presentó conceptos y herramientas científicas para que las y los periodistas participantes en el CAP puedan abordar de manera más adecuada la cobertura de la pandemia Covid-19 y sus impactos.
Treinta y un periodistas de Guatemala, El Salvador y Honduras participaron en la charla “COVID19: ¿Qué sabemos hasta ahora del virus que tiene en vilo al mundo?”, en la que Cazali, quien además es Jefa del Comité de Control y Prevención de Enfermedades Infecciosas de Guatemala, ahondó sobre el origen, propagación, prevención, diagnóstico, tipos de pruebas para detectar la enfermedad, sus impactos y los avances sobre una posible vacuna.
Cazali indicó que se debe prestar atención a cómo algunos virus de la historia reciente han afectado a los seres humanos, para entender mejor lo que ocurre actualmente con la pandemia de la COVID19. Hay un patrón que se repite, explicó. “Son virus zoonóticos. Es decir que saltan de los animales a los humanos”.
En 2002, el SARS CoV 1 saltó de un murciélago al tigre y desde ahí logró afectar a más de 8 mil personas en Asia. Luego en 2012, el virus MERS saltó desde una especie de murciélago en Medio Oriente hasta el camello, y se propagó entre 2,500 humanos. “Ahora con el nuevo coronavirus SARS CoV2 sabemos que proviene de un murciélago, pero no sabemos qué animal fue el intermediario que lo trasladó a los humanos. Los murciélagos de Asia tienen más de 500 clases de coronavirus en su interior, y todos tienen potencial de alcanzar a los seres humanos”, indicó la infectóloga.
Un virus no puede reproducirse por sí mismo, ni con otro de su mismo tipo. Necesita siempre de células vivas para multiplicarse, ya sea de plantas, animales o personas. Si se corta el contacto físico, es decir, entre una persona y otra, sin que las células puedan interactuar entre sí, se rompe el ciclo de un virus. Y eso es lo que se intenta hacer a partir de las políticas de confinamiento: “Evitar que salte de un humano a otro”, subrayó.
El SARS-CoV2 pertenece a una familia de virus con características muy propias. Hay unos más inofensivos que otros en esta familia llamada “Coronaviridae”. Algunos tan solo dan una gripe común, mientras que otros se vuelven muy peligrosos para los humanos e incluso pueden causar la muerte.
Cazali explicó que para entender esta pandemia y encontrar una cura es importante identificar a los coronavirus a partir de su forma y su funcionamiento. Su estructura está envuelta por proteínas, por eso parecen una esfera llena de espinas. La proteína S, que se encuentra en la parte más externa de este SARS, es una espícula afilada y rodea al virus por completo como una corona. La proteína E es otro elemento de este virus y sirve de envoltorio. Y adentro, al cortar al coronavirus en dos, como si fuera una cápsula, se ha comprendido que contiene una cadena simple de ADN con toda la información genética que introduce durante una infección.
Las proteínas S, explicó la infectóloga, son las que se enganchan a las células humanas y funcionan como una cerradura. Cuando las proteínas S abren la puerta hacia el interior de la célula, la cadena genética se introduce y se organiza. Entonces el cuerpo empieza a reproducirlo millones de veces en todo el organismo.
Pero para que esto suceda y el nuevo coronavirus ataque un cuerpo, necesita al menos 5 días de incubación. Incluso puede permanecer “dormido” hasta 14 días antes de empezar el ataque. Y mientras duerme puede seguir propagándose de una persona a otra.
Revistas académicas especializadas como Nature, recalcó Cazali, han empezado a publicar estudios sobre el comportamiento de transmisión del virus en los últimos meses. Se sabe, a partir de estos informes, que los pacientes sin síntomas son más peligrosos para la propagación del virus que aquellos que sí tienen manifestaciones o síntomas. “El tiempo en el que un asintomático puede infectar a otros, es de hasta 19 días más que alguien que no los tiene”, dijo Cazali.
Ante la pandemia, los países, y sobre todo los políticos, deben saber leer múltiples hallazgos científicos que se publican cada día, con el fin de poder tomar mejores decisiones. Por ejemplo, a raíz de los últimos estudios, se sabe que hay un 85 % de la población de cada país que sufrirá algún síntoma leve o moderado, o bien, ni uno solo. En cambio, hay un 15 % que lo pasará muy mal, con necesidad de utilizar oxígeno. Y otro pequeño porcentaje que, debido a su estado crítico, necesitará un respirador artificial para poder continuar con vida.
“Pensar en cómo se comporta el virus entre la población es vital para los países en cuanto a la forma en que enfrentan la pandemia”, señaló Cazali.
Hay decenas de síntomas que son producidos por el coronavirus. Pero hay unos que nunca faltan. La fiebre, la tos seca o el cansancio son los mayores indicios de la presencia de COVID19, según la infectóloga. El gusto y el olfato también se pueden perder. Y puede haber diarrea o dolor de cuerpo. De todos estos síntomas, en promedio, alguien joven se puede curar en una semana; en casos graves, la recuperación puede tardar entre 3 a 6 semanas.
A medida que el virus avanza, poco a poco se va conociendo mejor cómo funciona. Cómo es. Cómo se propaga. Y también cómo podemos empezar a desafiarlo.
Se sabe ahora que se contagia por gotas. Que puede entrar por la nariz, los ojos o la boca. Cazali explicó con preocupación que tan solo en un estornudo puede haber 10 mil gotas, o en una tos, 3 mil. “Las mascarillas ahora se sabe que tienen efectividad, porque crean una barrera entre una y otra persona. Y lo fundamental está en la higiene de manos, para no tocarse la cara”.
De momento al SARS CoV2 es posible detectarlo a través de tres métodos: Por antígenos, por medición de RNA, y por evaluación de anticuerpos. Pero cada uno de estos métodos tiene distinta sensibilidad. Cazali señaló que en alguien con síntomas es fácil utilizar los antígenos, porque es una prueba que puede detectar el virus cuando es muy evidente: “Es como ver un balón de fútbol en un estadio”.
Pero en pacientes asintomáticos hay que buscar el virus de otra forma. La prueba RT-PCR (Reverse Transcription Polymerase Chain Reaction, por sus siglas en inglés), básicamente funciona como un anzuelo. Se introduce una pequeña parte del código genético del virus y si hay presencia del SARS CoV2 en el cuerpo, se creará una reacción en cadena y será fácil conocer si la persona está infectada. “Los resultados pueden tardar hasta 9 horas. Esta prueba tiene una sensibilidad de 70%”, explicó la doctora Cazali.
La otra opción, es medir los anticuerpos que produce el cuerpo ante la COVID-19. De esta manera se recogen los datos sobre cómo se ha defendido el cuerpo y este es un indicativo de la presencia del virus. Cazali explica que este procedimiento es utilizado después de haber padecido síntomas o haber tenido indicio de contagio. “Se usa sobre todo para la búsqueda de vacunas”, explicó la especialista.
En la actualidad, la búsqueda de una cura se ha convertido en una carrera contra el tiempo. Hay muchos laboratorios utilizando diferentes métodos para frenar la pandemia. La infectóloga mencionó que los tratamientos buscan que el virus no consiga abrir las cerraduras celulares con sus proteínas S, las que forman su corona. La mayoría de los antivirales tratan de inhibir que el enganche con el cuerpo humano se produzca. “Desarmar la recepción del virus dentro del cuerpo”, explicó.
Los antivirales que se están utilizando son: El Remdesivir, el Tociluzumab, la Ivermectina. Algunos han mostrado resultados, pero hace falta más investigación para estar seguros, enfatizó.
En cuanto a las vacunas, Cazali cuenta que se debe llevar un proceso para probar su efectividad. En la fase 1 se prueba con animales. En la fase 2, se hacen exámenes con humanos para ver si se producen anticuerpos, si no produce reacciones, incluso si genera complicaciones graves. Y es en la fase 3 donde se evalúa su efectividad. “De momento hay vacunas en fase 2” dijo Cazali. “Se está buscando que el cuerpo genere inmunidad”, pero el camino por recorrer aún es largo.
Esta pandemia, concluyó Cazali, es un llamado de atención a lo que sucede en el planeta. “No se puede ignorar la conexión entre el cambio climático y las pandemias”. Si se continúa con la depredación de los ecosistemas, si se van perdiendo los hábitats y los animales se ven obligados a migrar a las ciudades y convivir muy cerca de los humanos, es posible esperar otros brotes, virus nuevos, que pongan en riesgo a la humanidad de manera más frecuente. Y aquí es donde radica el desafío, concluyó la doctora Iris Cazali.