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Centroamérica: entre avances y amenazas regresivas

La región centroamericana ha experimentado avances y retrocesos democráticos en los últimos años. En la actualidad, en los países del norte de Centroamérica se impulsa una agenda regresiva que debilita los espacios democráticos y amenaza con recortar derechos y libertades ciudadanas.

Redacción CAP

América Central apostó por desarrollar la democracia, a partir de diseñar y poner en funcionamiento marcos normativos e institucionales que garantizaran el cumplimiento de los principios democráticos. A partir de los años 80, tras décadas de dictaduras, regímenes autoritarios y elecciones fraudulentas, iniciaron los procesos de democratización, se aprobaron nuevas constituciones y la ciudadanía pudo elegir a sus autoridades en procesos  transparentes.

“Esta es la primera vez en la historia de nuestra región y de nuestra subregión que tenemos un periodo de democracia tan largo. Nunca habíamos tenido 40 años de democracia en América Latina y América Central”, explicó Eduardo Núñez, director del Programa Regional del Instituto Nacional Demócrata para Asuntos Internacionales (NDI) en la primera sesión de trabajo del Ciclo de Actualización para Periodistas (CAP) sobre Democracia, Desinformación y Libertad de Expresión.

Superamos la amenaza de una regresión militar autoritaria en una región que venía de sufrir golpes de Estado con extremada frecuencia, señaló el expositor. “La idea de que las tensiones políticas, los problemas de gobernabilidad y los problemas de alineamiento y realineamiento de las relaciones de poder se resuelvan por vías electorales o de negociación y no por la vía de golpes de Estado, fue un avance fundamental”, refirió, aunque también recordó que en las últimas décadas se registraron dos golpes de Estado en Ecuador, uno en Honduras y uno en Venezuela.

Según Núñez, las transiciones a la democracia fueron, en buena medida, hijas de acuerdos o pactos interelitarios, lo que significó un cambio en la forma de funcionamiento en la administración del poder, pero no una transformación fundamental de los factores de poder políticos, militares y económicos.

Por eso, explicó, es que en la actualidad, hay actores que acceden al poder político por la vía democrática, que utilizan ese poder para desestabilizar o romper la institucionalidad democrática. “Golpes desde el Estado”, subrayó.

Las diversas transiciones

El politólogo costarricense explicó a las y los periodistas participantes en el CAP, que en Centroamérica se debe hablar de “múltiples transiciones” que no fueron coherentes entre sí. Esto, indefectiblemente, produjo inestabilidad e insatisfacción ciudadana y eso es lo que vivimos hoy, apuntó.

Un primer rasgo del proceso de democratización de Centroamérica fue la apuesta por hacer viable la democracia a través de las reformas normativas e institucionales. El problema, dijo, es que “obviamos que la democracia tiene una dimensión intangible que tiene que ver con la cultura política”.

“El hecho que tengamos rutinas democráticas, no significa que seamos ciudadanas y ciudadanos democráticos”, acotó. Y con un débil desarrollo de la cultura democrática, en el fondo lo que se erosiona es la viabilidad de pensar la democracia a largo plazo.

Siguiendo con el análisis, Eduardo Núñez explicó que un segundo factor de la apertura política centroamericana, fue la preocupación por la transparencia, la equidad y la competitividad. Y un tercer rasgo fundamental de estos 40 años, es que América Central vivió una transición política del autoritarismo a la democracia, que tuvo el efecto de generar una expansión incomparable en libertades civiles y derechos políticos, pero al mismo tiempo, tuvo que enfrentar un cambio de modelo económico que, en buena medida, colisionó con el proceso político.

La región más desigual

El modelo económico que se impulsó fue el de la apertura a las exportaciones o, en la narrativa de los años 90, el “modelo de inserción en la economía internacional” a través de tratados de libre comercio.

Esto “produjo efectos notables en términos de un mayor grado de diversificación económica y de mercados, pero a la vez vino acompañado de un ciclo de profundización de la desigualdad económica y social más grande de nuestra historia”, lo que convirtió a América Latina en región más desigual del mundo, explicó el expositor.

De acuerdo con Núñez, América Central vivió esa transición económica de “manera dramática”, por el tamaño de sus economías y las dificultades en los procesos de integración o asociación, a lo que se sumó el debilitamiento de los Estados.

Para reforzar esa idea, Eduardo Núñez explicó que en América Central se quiso hacer una democracia sin Estado -en buena medida por lo planteado en el Consenso de Washington- y esa fórmula no funciona en ningún país. “Las democracias requieren Estados robustos y con capacidades de gestión”, aseveró.

Las amenazas regresivas

De acuerdo con el análisis realizado por el director para Centroamérica de NDI, en la actualidad, hay 5 factores compartidos por los países del istmo centroamericano.

El primero es la creciente presencia del crimen organizado con sus capacidades de mutación, adaptación y cooptación o control de territorios dentro de los aparatos institucionales del Estado.

Un segundo rasgo común es la corrupción, como un factor corrosivo de la democracia y de la calidad de los Estados. Aunque con distintos niveles de profundidad, de conciencia social, de reacción y con distintas capacidades de autodepuración institucional y de respuesta social, el flagelo está presente en todos los países de la región.

El tercer rasgo común en los países de América Central es una creciente y difícil gobernabilidad que proviene de los diseños limitados de las instituciones, de transiciones inconclusas o cambios caóticos en los sistemas de partidos políticos, así como del renacimiento y del posicionamiento como sujetos políticos nacionales de actores largamente postergados que son objetados por las élites.

Eduardo Núñez agrega como un cuarto factor la entropía democrática, que está asociada con la incapacidad de los sistemas democráticos para adaptarse, transformarse y reformarse. “Es un término que explica lo que se vive en Centroamérica, porque hay un deterioro de las instituciones democráticas, fundamentalmente porque tienen un rostro en la inefectividad en la demanda social”, explicó.

Hay un quinto rasgo común en la región: la influencia geopolítica compartida, con la presencia permanente de Estados Unidos y un creciente relacionamiento con las potencias globales emergentes como China o Rusia. Una “Centroamérica que es nuevamente un escenario de confrontación geopolítica, de baja intensidad”, señaló.

Reformar la democracia en democracia

En la actualidad, Núñez identifica una serie de amenazas regresivas en materia de Derechos Humanos y democracia en la región. “Hemos perdido los consensos básicos que teníamos”, dice con preocupación.

“En Centroamérica hay líderes políticos vestidos de outsiders que utilizan la democracia para debilitar la democracia”, explica, y señala que cada vez más las narrativas anti-democráticas han ganado terreno y se han utilizado, incluso, para ganar elecciones.

Eduardo Núñez cierra su participación en la primera sesión de los Ciclos CAP con una reflexión acerca de los retos que supone hacer cambios políticos a la democracia sin debilitarla.

No se vale acudir al autoritarismo, señala. No podemos hacer transformaciones a cambio del pluralismo, la supresión de la alternancia en el poder, el alineamiento de las autoridades de los tres poderes del Estado, o el recorte de libertades y derechos. “El gran desafío de nuestra región es impulsar un debate de cómo reformar la democracia en democracia y no a costa de la democracia”.

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