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Centroamérica: tendencias y desafíos políticos

El periodo más largo de regímenes democráticos en Centroamérica está amenazado por una regresión política y el deterioro institucional.

Redacción CAP

La democracia en Centroamérica enfrenta tres tipos de desafíos estructurales.  En materia de sistemas políticos se está retrocediendo en la solidez de las instituciones, por ejemplo, en la separación de poderes; desde la visión de las sociedades no se ha logrado satisfacer las necesidades básicas, con lo cual se expande el malestar con esta forma de gobierno; y en el contexto internacional se han perdido acuerdos básicos sobre gobernanza.

“La erosión del sistema democrático en Centroamérica facilita la adhesión a proyectos personalistas que mimetizan la idea del cambio con el ejercicio del poder con un liderazgo caudillista”, dijo el politólogo costarricense Eduardo Núñez en la segunda sesión de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP) sobre Democracia en Centroamérica.

A esta situación se añade el hecho de que en ciertos territorios de Centroamérica “tenemos un efecto simbiótico donde los grupos de corrupción y crimen organizado conviven con las élites emergentes, que favorecen los procesos de concentración del poder político”, destacó Núñez. Un factor que, al mismo tiempo, erosiona el sistema político.

Varios policías retienen a un hombre agarrándolo de pies y manos para proceder a su detención durante la protesta del 21 de noviembre del 2020. Foto: Oliver de Ros/No-Ficción

Desafíos internos y externos

Los desafíos para la democracia no se producen exclusivamente en la región, destaca el experto. Por el contrario, hay fenómenos globales como la “polarización afectiva”, es decir establecer diferencias aparentemente insalvables entre la población, que son cultivadas por diferentes grupos políticos.

Pero esta “polarización afectiva” no se hace con base en una diferencia racional sobre “proyectos políticos de transformación o de conservación del estatus quo de la sociedad, sino en la construcción de narrativas autorreferenciales, en donde construimos auténticas tribus en donde solo conversamos, convivimos y nos entendemos con aquellos y con aquellas que piensan igual (que nosotros)”, explicó Núñez.

Esta práctica es difundida de manera intencional por actores políticos y se observa tanto en Centroamérica como a nivel global, detalla el politólogo. “Esos relatos (de los grupos polarizantes) lo que buscan es generar los polos, pero no basados en la razón sino en el miedo. Por eso las estrategias relacionadas con la desinformación, parten de la construcción de relatos” dice Núñez.

Estos discursos no se producen en el vacío. Su propósito muchas veces apunta a la concentración del poder en una figura, como respuesta a los problemas sociales de pobreza, violencia o desempleo, entre otros, que aquejan a las sociedades centroamericanas. Esto ha dado paso a lo que Núñez denomina una “era de malestar” presente en los últimos 10 años en América Latina.

Esta polarización del discurso, y la falta de una solución a los problemas de la vida cotidiana, muchas veces conducen a la concentración del poder en figuras mesiánicas que prometen una respuesta a demandas legítimas de la población, señala Núñez. Una situación que puede deteriorar el sistema político y conducir al deterioro de las instituciones democráticas.

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Estrategias de salida

Sin embargo, estas tendencias negativas para la democracia son reversibles. Pero hay que actuar con un sentido de urgencia desde las áreas de acción de lo regional (con la comunidad internacional), lo nacional y lo local, dijo el analista.

Uno de las acciones clave que destaca Núñez es que hay que cerrar la brecha entre el desarrollo de normas para regir las instituciones y la cultura democrática de los ciudadanos. Es decir, que la celebración periódica de elecciones -con mayor o menor confianza en los resultados- no crea necesariamente una ciudadanía democrática. Para tener una democracia, la sociedad debe acostumbrarse a solucionar sus diferencias con el diálogo y acuerdos políticos legítimos, apuntó.

Se requiere también partir de un análisis estratégico de la situación para desarrollar acciones compartidas. Por ejemplo, reconstruir acuerdos mínimos sobre cómo gobernar con el mandato de las mayorías, debería incluir proteger los derechos de las minorías, señaló Núñez en su exposición.

También se le debe recordar a los gobernantes que su mandato, establecido en las diferentes constituciones, incluye aceptar la pluralidad de opciones políticas. Y que garantizar las condiciones para ejercer la política, además, les permitirá seguir participando políticamente cuando sean oposición.

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