Inteligencia criminal

El ex secretario general del Ministerio Público, Mynor Melgar, presentó varios casos que demuestran la forma en que operan estas redes de inteligencia criminal, durante la octava sesión de los CiclosCAP.

Redacción CAP

Analizar el terreno. Ubicar al enemigo. Definir un plan. Crear una estrategia. Controlar información. Establecer contingencias. Atacar. Tener todo meticulosamente preparado. Muy pocas cosas en las operaciones de los Cuerpos Ilegales y Aparatos Clandestinos de Seguridad (CIACS) se dejan al azar. Hay redes de inteligencia que se ocupan de medir riesgos. “Mentes maestras” y criminales que planifican el antes, el durante e, incluso, el después de una actividad ilícita.

El exsecretario General del Ministerio Público, Mynor Melgar, explica cómo han funcionado (y todavía funcionan) los CIACS en Guatemala. La lógica de inteligencia detrás de los miembros de una organización criminal, las motivaciones, los objetivos, el cumplimiento y planificación de misiones con la excusa de “proteger” al Estado. Y su evolución hasta años recientes en que han logrado, como mafias inteligentes, la captura el Estado.

El exfiscal planteó un largo e histórico recorrido sobre las redes de inteligencia que se han creado alrededor de los CIACS en Guatemala.

A mediados de los años noventa, el Ministerio Público, empieza a detectar patrones criminales en torno a casos de alto impacto social. Los casos que levantaron las alertas, dice Melgar, fueron el asesinato de Monseñor Juan José Gerardi y el de la antropóloga Myrna Mack. “Había algo más. Motivación política. Estrategias. Un patrón más articulado de planificación detrás de estos casos”, indica.

Los CIACS fueron los responsables del asesinato de Monseñor Juan José Gerardi.

Tres fases cumplen los CIACS al momento de cometer asesinatos políticos: 1) Hay planificación de la operación donde se identifica el entorno y las debilidades de la víctima. 2) La ejecución transcurre con coordinaciones entre los miembros del grupo en tiempo real. 3) Luego de cometido el crimen, se implementa una estrategia de confusión y encubrimiento.

Las tres fases, como indica Mynor Melgar, se cumplieron en el caso Gerardi.  

La planificación estuvo coordinada con agentes de diversas instituciones de seguridad del Estado, y altos mandos del Estado Mayor presidencial y del Ministerio de la Defensa.

La ejecución estuvo ensayada y planificada. Las horas de salida de Monseñor fueron monitoreadas. Se colocaron pistas falsas a lo largo de todo el caso. La contaminación de la escena fue algo que el Ministerio Público denunció en diversas ocasiones.

La estrategia de confusión también fue cumplida a cabalidad. Los CIACS y sus redes de inteligencia se movieron para cuestionar moralmente a Juan Gerardi e intentaron instalar un discurso mediático en su contra, con el fin de desviar la atención de la población en torno al aspecto del asesinato con fines políticos.

 “Los CIACS cuentan con una estrategia de encubrimiento cuya dimensión abarca lo jurídico, lo político y lo mediático”, explica el expositor.

Los CIACS cuentan con una estrategia de encubrimiento cuya dimensión abarca lo jurídico, lo político y lo mediático".

Los CIACS, hoy en día, han dejado de ser una red de militares. Ahora hay civiles involucrados. Y esta cualidad ha hecho crecer la red de inteligencia criminal. La necesidad de estos grupos radica en el control de extensos territorios. Y para ello necesitan establecer “un matrimonio entre CIACS y narcotraficantes”, sostiene Melgar.

Los CIACS han establecido alianzas con el narcotráfico.

La evidencia que se tiene de este “matrimonio” se ubica de forma más notoria con la llegada de los Zetas a Guatemala en el año de 2011, cuando se comete una masacre de 27 campesinos en Petén y se da la matanza del grupo de Juancho León en Zacapa. Los investigadores del MP descubren la alianza entre este grupo de narcos y miembros de un CIACS al momento en que se lleva a cabo una carrera de caballos con apuestas clandestinas en Cobán. Entre la concurrencia había oficiales del ejército, policías, comandantes de los zetas, representantes de las familias tradicionales de narcotraficantes de Guatemala, además de contratistas del Estado.

Los Zetas evidenciaron la vinculación del narcotráfico y los CIACS tras su llegada violenta en 2011.

Con la alianza entre los CIACS y los narcotraficantes se asegura la impunidad. Crean las condiciones para la prevalencia de redes de inteligencia de criminalidad incrustadas en el Estado.

Son redes expandidas. Utilizan políticos para crecer. Ganan con la corrupción. Y crean estructuras para sostenerse con fondos del Estado. Melgar indica que hay estructuras de los CIACS dedicadas a realizar contratos anómalos en varias instituciones públicas. En el Ministerio de Salud hay un CIACS dedicado a la venta de puestos de trabajo. En Rabinal, Alta Verapaz, hay un CIACS que se articula alrededor de los contratos de construcción de la municipalidad. En aeronáutica civil, otro CIACS logró el robo más grande de la historia en Guatemala: US$8 millones.

Las operaciones criminales de los CIACS mantienen características propias de la inteligencia militar de los años 80.

El exfiscal indica que este tipo de capacidades de inteligencia estratégica solo se explica mediante la formación militar.  “Hay una logística sofisticada en el modo de operar de estas redes ilegales. Investigan. Piensan. Planifican. Articulan. Ejecutan. Y logran impunidad. Hay mentes maestras del crimen detrás de todo. Conocen todo el juego. Y usan métodos de inteligencia militar para estas operaciones”, concluye.